Seguramente alguna vez llegaste a escuchar que había un conejo en luna y hasta te quedaste mirándola fijamente para encontrarlo.
Para los antiguos mexicanos, no era extraño saber de esta historia. De acuerdo con el libro “El conejo en la Cara de la Luna”, del autor Alfredo López Austin, este animal es asociado con el pulque y con la naturaleza fría de las cosas, mientras que a la luna se le relaciona con los procesos de fermentación, la menstruación y el embarazo.
Sin embargo, existen diversas leyendas sobre la existencia del conejo en la luna. Una de ella es la versión mexica, la cual narra que Quetzalcóatl, el dios grande y bueno, un día se fue a viajar por el mundo.
Pero para no ser reconocido, dejó su figura de serpiente emplumada para tomar la de un humano, y así comenzó su aventura.
En un momento, por haber caminado casi durante todo el día, a la llegada del atardecer se sintió muy fatigado y con hambre. Pero, éste continuó caminando hasta que las estrellas comenzaron a brillar y la luna hizo su aparición.
Entonces fue el instante en que se sentó a una orilla del camino a descansar y se percató de la presencia de un conejo que estaba comiendo junto a él.
-¿Qué estás comiendo?, – le preguntó.
-Estoy comiendo zacate. ¿Quieres un poco? –
-Gracias, pero yo no como zacate-.
-¿Qué vas a hacer entonces?-.
-Morirme tal vez de hambre y de sed-.
El conejo se acercó a Quetzalcóatl y le dijo:
-Mira, yo no soy más que un conejito, pero si tienes hambre, cómeme, estoy aquí-.
Entonces el dios lo acarició y le contestó:
– Me emocionan tus palabras. A partir de hoy, siempre serás recordado. Te lo mereces por ser tan bueno-.
Levantó al conejo muy alto, hasta la luna, donde quedó plasmada la figura del noble animal. Después el dios lo bajo y le dijo:
-Ahí tienes tu retrato en luz, para todos los hombres y para todos los tiempos. Tú no serás más que un conejito, pero todo ahora todo el mundo el mundo se ha de acordar de ti para siempre -.