Hugo Mena viene de varias generaciones de una familia en la que hacían piñatas. Su bisabuelo les enseñó a su abuelo, papás y tíos; fueron los primeros en venderlas sobre el Circuito Interior, en la Ciudad de México.
Su padre fue quien le aportó ese conocimiento. Son la cuarta generación que se dedica a este negocio.
Antes las fabricaban de carrizo, después lo cambiaron al barro y por último al papel periódico que se facilita más para hacer cualquier tipo de figura.
El punto de venta está en la calle Coque número 61, colonia Santa Polonia, en la Alcaldía Azcapotzalco. Mediante la página Piñatas Mena Bambolinos es como han podido difundir su trabajo.
En su casa, adaptada como taller, tiene alrededor de cien moldes para continuar haciendo las figuras para fiestas infantiles. Antes tenía un local en la esquina de Melchor Ocampo 288, entre Río Ebro y Río Tiber, colonia Cuauhtémoc.
Durante 12 años tuvo la ventaja de que por el colorido y las enormes figuras, a la gente les llamaba la atención y se detenían a ver o preguntar por los precios de las piñatas.
Pero con el sismo del 19 de septiembre de 2017, el local quedó muy afectado. Con grietas, boquetes y, sobre todo, el edificio estaba inclinado.
Este fue uno de los 328 mil 662 negocios afectados por los temblores de 2017, de acuerdo con una encuesta hecha por el Inegi.
Los estados con más daños fueron Chiapas, Ciudad de México, Guerrero, Morelos, Oaxaca, Puebla y Tlaxcala.
“La verdad no quería abrir la cortina porque podía haber averías pero cuando lo hice encontramos boquetes muy grandes dentro del local. No había luz, era muy triste la situación”, recuerda Hugo.
En ese entonces, para ya no abrir el local, cada domingo entregaban los pedidos pendientes afuera del establecimiento.
La producción del primer año fue muy baja porque no sabían cómo organizarse. Antes del temblor hacían al menos 30 piñatas a la semana, durante los meses siguientes fueron solo 10.
Ahora tratan de que semanalmente se entreguen de 30 a 50, dependiendo de la producción y las figuras.
Recuerda que la gente no quería ir al nuevo local por lo lejos que les parecía, además al ver que no era un negocio como tal, sino una casa, les daba incertidumbre. Pero con el tiempo empezaron a ganar confianza para recoger los pedidos o mandar a alguien por las piñatas.
Incluso quienes conocen la situación van ahora por ellas. “Se ha quedado un lazo de confianza entre los clientes y nosotros”. Añade que después del sismo, algunos le ayudaron económicamente y los recomendaban para que salieran adelante.
La familia Mena no descarta la idea de rentar un nuevo local comercial, pero por el momento no podrían hacer la inversión de una renta.